¡No más secretos, silencios o engaños!

Recientemente una madre me comentaba su preocupación porque su hijo últimamente estaba muy irritable en casa, y con poco ánimo de participar en situaciones familiares, entre otras cosas. Conforme yo le iba realizando varias preguntas llegó a comentarme que, su abuelo estaba muy enfermo y los médicos habían diagnosticado que no se podía hacer nada más. Entonces, pregunté:  ¿tu hijo ya lo sabe? ¿qué tanto sabe? ¿Cómo es la relación de este abuelo con tu hijo? la mamá responde: Solo le hemos dicho que el abuelo debe estar acostado por un tiempo porque necesita recuperar las fuerzas para volver a jugar con él; su relación es muy cercana, comparten mucho tiempo en construir cosas y hacer experimentos.

 

 

Como ven en este ejemplo particular, la explicación que le dan al niño, lo que menos estaba era comunicando; habría que pensar también: ¿Cómo estaba viviendo esta familia la enfermedad del abuelo? ¿Habrá ausencias por estar pendientes de él? ¿Habrá cansancio, ansiedad, tristeza, preocupación, culpas, miedos? ¿Habría, esta situación, abierto heridas con otros familiares y se estaban viviendo otros tipos de problemas?

 

 

 

Situaciones como estas las escucho frecuentemente, y hoy me he animado a escribirlas para que podamos reflexionar que, la comunicación no solo se da por medio de palabras, ya que muchas veces, nuestras palabras tratan de aplacar el dolor de nuestros hijos y lo único que logran es dejarlos con grandes incertidumbres, o con más interrogantes a las que no encuentran respuestas en nadie. La comunicación se da también en otros niveles como: con nuestro cuerpo, nuestros gestos, los silencios, el juego de emociones que se da en cada persona afectada, también nos comunica algo.

 

 

 

Me he querido basar en este ejemplo para poder escribir este blog, pero podemos enfocarnos en diferentes escenarios: padres que se van a separar, pérdida de trabajo, problemas económicos, relaciones familiares problemáticas, cambios de residencia a otro país, diferencias con otro hermano, etc. Así como también, otras situaciones en las que no hay un agente externo que nos problematiza, sino por el contrario, nuestro mundo interno: nuestros miedos, ansiedades o preocupaciones; miedos por la alimentación, sueño o salud, preocupaciones en la sociabilización o desarrollo general, sobre el futuro de nuestros hijos que nos angustia de sobremanera, etc.

 

 

 

Los padres intentamos evitar que nuestros hijos sientan las emociones como negativas, y en este intento olvidamos nuestra naturaleza humana: somos seres emocionales. Recordemos que, cuando algo no es comunicado, empezamos a usar nuestros sentidos para conocer lo que está pasando.  Los chicos nos están observando e interpretando todo con sus recursos personales cuando no hay un adulto que ordene su realidad.

 

 

 

Las emociones son respuestas naturales a las situaciones o experiencias que vivimos, por lo tanto, debemos ayudarlos a que puedan procesarlas, manejarlas, autogestionarlas porque solo así estamos educando hijos fuertes y valientes, capaces de enfrentar diversas situaciones en su vida adulta. Incluso, todos debemos pasar por la emoción para salir internamente victoriosos, el no enfrentarla o evitarla, solo alimenta nuestro malestar generando otras problemáticas, que estoy segura no quieren tampoco que sus hijos experimenten.

 

 

 

Definitivamente todo deberá ser informado de acuerdo a la edad de los hijos y sabiendo que una vez que hayamos conversado de lo que están enfrentando hay que acompañar, sostener, escuchar, o a veces simplemente estar.

 

 

 

Los invito a reflexionar con este breve escrito, antes de volver a decir o pensar: ¨No se lo he dicho¨,¨El no sabe nada¨, ¨Es imposible que esto pueda afectarle, porque el no lo sabe¨, podamos pensar y profundizar un poco más en el mundo emocional de nuestros hijos y en las dinámicas de comunicación familiar

 

 

Por: Ma. Daniella Medina de Massúh - Psicóloga Clínica

 Directora académica de IMF